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viernes, julio 20, 2007

 

Un artista genial, que es un sello del mejor humor argentino

MURIO AYER ROBERTO FONTANARROSA
Un artista genial, que es un sello del mejor humor argentino

Padecía una grave enfermedad neuromuscular que incluso le impidó seguir dibujando. Colaborador de Clarín desde hace décadas, brilló en varios campos.
Alberto Amato .
aamato@clarin.com

Nos hizo reír. Mucho. A todos. Durante mucho tiempo.

Sólo por eso, deberíamos haberle colgado del pecho y las solapas las medallas al heroico valor en combates imposibles.

No intentemos colgárselas ahora que está muerto porque se nos va a reír en la cara. Y lo peor, con esa risa cargada de ironía que te calificaba para siempre como un pelotudo impenitente. Palabra ésta, la penúltima, que reivindicó la memorable tarde (para las letras) de noviembre de 2004 en la que cerró en Rosario el Congreso Internacional de la Lengua Española.

Ayer, a los 62 años, murió Roberto Fontanarrosa. Una enfermedad neurológica degenerativa, que entre otras cosas le impedía dibujar, le provocó una insuficiencia respiratoria. Murió a las tres de la tarde en el Sanatorio Central de Rosario, apenas una hora después de haber sido internado. "Mi terapia —dijo no hace mucho— es el cariño de la gente". De haber sido cierto, Roberto seguiría vivo.

Era un genio. Y era, además, una buena persona. No es común esa conjunción. Era un amigo fiel, amaba el fútbol, la música popular, la buena mesa, el lenguaje claro y el humor.

Sobre todo el humor. Incapaz de escatimarlo, nos lo regaló durante décadas en sus trazos inconfundibles e imborrables que ya son un pedazo de historia; en sus personajes entrañables, como el gaucho Inodoro Pereyra, el Renegáu, y su perro Mendieta, o despiadados, como Boogie, el Aceitoso, el mercenario que nació sin saber que la realidad iba a terminar por copiarlo.

Fontanarrosa había nacido en Rosario en 1944. Y allí pasó casi toda su vida, aferrado a las calles y al paisaje de su ciudad, sabedor que, como aseguraba Borges, la patria es el sitio donde uno ha transcurrido su juventud.

Rara vez bajaba a Buenos Aires. Sus amigos del alma iban a verlo a Rosario. Uno de ellos, Joan Manuel Serrat, ha confiado a carcajadas algunos detalles de esos encuentros que también ya son historia.

¿Qué hacer de ahora en más sin Fontanarrosa? Borges, otra vez: sólo nos queda el goce de estar tristes. Sin solemnidades. Porque El Negro nos va a sacudir otra de sus carcajadas. Pero es una pena enorme su muerte. Es de esos tipos que no tienen reposición. No hay muchos.

Empezó su carrera como dibujante en 1968 como una prolongación lógica de su infancia anclada a legendarias revistas de historietas: "Rayo Rojo", "Puño Fuerte", "El Tony", "Misterix" y la inolvidable "Hora Cero" que fundó Héctor Oesterheld a quien Hugo Pratt le dibujaba Ernie Pike, el corresponsal de guerra inspirado en un personaje real, Ernie Pyle.

En otra revista de leyenda, "Hortensia" fundada en Córdoba por Alberto Cognini, nacieron Boogie e Inodoro. En 1973, de la mano de Caloi, Altuna, Tabaré, Dobal y Crist, Fontanarrosa se instaló en este diario, para nuestro regocijo.

Ayer, cuando se conoció su muerte, algo extraño sucedió en esta redacción. Poco a poco, por sectores, la fue ganando un intenso silencio. No debe haber nada más extraño y turbador que una redacción en silencio. Nació en Deportes, donde El Negro tenía hondos y buenos amigos, y se extendió luego como una pesada ola umbría. Fue un silencio que duró poco, antes de que todo volviera a lo habitual. Pero será difícil lo habitual sin El Negro.

Fontanarrosa fue también escritor y periodista.

Tenía la repentización, la capacidad de observación y el poder de síntesis de los periodistas, tan corregidos y aumentados, que muchos de nosotros deberíamos imitarlo.

En 1983, con la democracia recién recuperada, un semanario le pidió una viñeta que sintetizara los horrores de la dictadura. Apenas una hora hora después llegó el fax, desde Rosario, claro, con el retrato de un hombre agobiado, gastado, deteriorado, envejecido, que hablaba de las virtudes de la democracia. Su entrevistador le preguntaba entonces cuál era su edad, y el tipo contestaba: "Catorce".

Escribió tres novelas (Best Seller, El Area 18 y La Gansada) y varios libros de cuentos desopilantes, con retratos imborrables de guerreros derrotados, de futbolistas descascarados, de poetas sin rima, de fracasados del alma, de cultores del quiero y no puedo, habitantes de regiones indómitas con idiomas inabarcables.

Todos se han editado tal vez en España en un solo tomo en lo que debe ser el primer y único tratado sociológico sobre el país escrito en forma de cuentos. De todos sus formidables personajes, sobresalen los aforismos de Ernesto Esteban Echenique, que ahora también serán historia.

Dicen que Gaetano Donizetti incluyó en su opera cómica "L''Elisir d''Amore" el aria "Una furtiva lágrima" para que quedara constancia de sus intenciones y cualidades. En sus muchos cuentos de humor, El Negro incluyó páginas de alta literatura, de las que le gustaba leer aunque confesara con pudor que jamás leyó a los clásicos: "No leí El Quijote, y creo haberlo intentado". En 2004, en cambio, admitió haber leído a Tolstoi, "Anna Karenina" y haberse sorprendido por lo cinematográfico de las descripciones. Al igual que Tolstoi, Fontanarrosa pintó su aldea para pintar el mundo entero.

Pero además expresó como nadie el sentimiento popular para desentrañar los misterios de esas cuatro o cinco cosas que nos mueven en la vida: el amor, la amistad, la locura, la muerte, la pasión. Sus libros de cuentos llevan como título el sello de las frases diarias, que repetimos una y otra vez en las casas: No sé si he sido claro, Te digo más, Usted no me lo va a creer, El mundo ha vivido equivocado.Ese humor callejero, de tablón y de real Academia que campeaba en sus cuentos era fácilmente identificable en algunos juegos de palabras y situaciones absurdas que encarnaba otros artistas geniales, Les Luthiers, con quienes el Negro colaboraba con deleite también para nuestro regocijo.

Era un tipo simple consciente de que, reveló alguna vez, la simplicidad es un punto de llegada, no un punto de partida.

Dato sabido pero ineludible, era un irreductible hincha de Rosario Central en ese universo partido en dos que es el Rosario del fútbol. Inventó un cuento de disparate para eternizar un momento de gloria del club de sus amores, el pase a la final del campeonato y a la gloria arrancados nada menos que a las manos de su rival eterno. Y le puso como título la fecha de la epopeya: 19 de diciembre de 1971.

Tenía la lucidez, y también la valentía, necesaria para quitarle dramatismo a todo, para hacerle pito catalán a la solemnidad, a la que despreciaba con el ropaje de la ironía, como lo hacía con ciertos círculos intelectuales que intentaban no hallar oro literario en su humor delirante, que buena falta le hubiera hecho a Tolstoi, dicho sea de paso.

"En el ámbito intelectual me parece muy pasible de humorizar —dijo hace año y medio en una entrevista en la revista Ñ de Clarín— Me hace gracia. Porque lo contrario de lo humorístico no es lo serio. Lo contrario de lo humorístico es lo pomposo. Todas esas instituciones que son altamente pomposas, el ejército, la Iglesia y los círculos intelectuales, se prestan para cagarse de risa. Realmente".

Alguna vez el propio Fontanarrosa habló de sus influencias literarias: Jack London, Jorge Luis Borges, Ernest Hemingway, J. D. Salinger, Norman Mailer, pero siempre se sintió más cercano a los dibujantes y a los periodistas. Y mucho más cercano a los periodistas deportivos, que ayer se dolieron de su muerte con fiero estupor.

Fontanarrosa transpiraba fútbol. Su lógica tiene la lógica endeble de ese deporte apasionado. El Negro iba todavía más lejos: "Como juego, el fútbol es una forma de aprendizaje muy directa de la vida y más cuando se está constantemente sometido a la competencia".

Otro de sus personajes célebres, que El Negro encerró en el difícil formato de la crónica periodística breve, estuvo también ligado al fútbol. La Hermana Rosa, pitonisa, vidente, hechicera y enamorada eterna de los vaivenes del seleccionado nacional de fútbol y de algunos de sus atletas, que también es ya un pedazo de la historia.

Enfrentó su mal con el coraje de un león. Vistió sus sentimientos con el cauteloso disfraz del optimismo. Supo y aceptó esa insospechada ironía de Dios que le quitó la movilidad para dibujar y le quitó, cómo no, dramatismo y solemnidad. No entendía ni jota de todo lo que la ciencia le decía sobre su mal: "Repito como un loro. Posiblemente padecí una atrofia monomiélica, una neurona que se muere antes de tiempo", confesó al periodista de Clarín Camilo Sánchez. Y con un gesto pícaro decía que los médicos no lo habían tranquilizado cuando admitieron que era un mal del que se sabe poco: "Ojo, no sólo acá, en el mundo entero se sabe poco de la enfermedad".

Cuando el daño en su cuerpo fue mayor, escribió veinte o treinta simpáticas líneas en la que anunciaba que su brazo o su mano habían quedado inútiles y que confiaba a su amigo Crist los dibujos que él iba a dedicarse a pensar. Vio un costado positivo en el drama: ahora, sus dibujos tendrían mejores colores.

Aceptó premios y homenajes con la conciencia plena que eran póstumos con adelanto. No lo dijo, pero lo pensó. En el homenaje que Clarín le rindió el año pasado cuando la entrega del Premio Novela, sus ojos brillaron con tierna malignidad cuando dijo: "Un premio a la trayectoria... Está bien que no empecé recién, pero todavía tengo mucho por delante..." Lo dijo con una sonrisa que decía más que la frase, junto a su mujer Gabriela y sostenido por su hijo Franco, de 23 años, un músico, bajista que detesta el fútbol, como debe ser.

Antonio Gala dice que el hombre siempre es más fuerte que cualquier cosa que lo mata. Dice que aún en medio de una tormenta marina el hombre nunca está a merced de un elemento: "El hombre sabe que se muere, pero el mar no sabe que lo mata", dice el escritor español.

Tal vez el Negro no haya leído nunca a Gala, pero con ese espíritu enfrentó sus horas finales. Supo que se le iba la vida y nos ayudó a reír. Eso es ser fiel a un estilo.

Ayer mismo, este diario publicó la última genialidad de Fontanarrosa, con los colores de Crist: una viñeta de rigurosa actualidad, tamizada por una tierna ironía, sobre las andanzas de la ex ministro de Economía. Eso también es ser fiel a un estilo.

Ya sabemos como vamos a andar de ahora en más, sin el humor y la compañía entrañables del Negro Fontanarrosa.

Mal, pero acostumbrados.


Así pensaba Fontanarrosa

"Esta distinción viene a saldar una deuda que yo tenía con el gran educador sanjuanino, Sarmiento, porque fui un pionero de la deserción escolar. Es más, durante mucho tiempo estuve convencido de que ese gesto ceñudo, severo, de Sarmiento, era porque estaba enojado conmigo. No tengo la intención de trascender, no soy un pedagogo ni un esclarecido, lo único que quiero es hacer reír".

(Homenaje en el Senado de la Nación, 27 de abril de 2006)


"El cine es como una una mitología moderna, porque suceden charlas con amigos y se discuten, con fervor, personajes y situaciones, que si uno da un paso atrás, percibe que se habla todo el tiempo de algo irreal. Estamos discutiendo de cine".

(Entrevista en Ñ, 20 de noviembre de 2004).


"Todas esas instituciones que son altamente pomposas —el Ejército, la Iglesia, los círculos intelectuales—, se prestan. Se prestan para cagarse de risa un rato. Realmente."

(Entrevista en Ñ, 17 de diciembre de 2005).


"Yo no voy a ir a un programa de entretenimiento a comer una torta sin tocarla con la mano, esas boludeces. Iré adonde pueda hablar de lo mío. Eso me parece totalmente válido.

(Entrevista en Ñ, 17 de diciembre de 2005).


"Y sí... Ya no hay tanto tiempo para adelante. Y encima me cae esto. Pero nosotros no somos tenistas, que a los veinticuatro años ya no pueden jugar... El viejo (Alberto) Breccia dibujó hasta tres días antes de morirse. Yo he perdido fuerza del brazo derecho, entonces, ya te entran... Estoy tratando de poner la mejor buena voluntad y el mejor optimismo, y decirme que la vamos a pilotear. "Vamo'' arriba", como dicen los uruguayos.

(Entrevista en Ñ, 17 de diciembre de 2005).

Fuente:
http://www.clarin.com/

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