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martes, enero 16, 2007
ADIÓS AL PRÍNCIPE AZUL
BIOLOGÍA
ADIÓS AL PRÍNCIPE AZUL
Una de cada tres ranas del mundo, en peligro de extinción
Han sido diosas de la resurrección para los egipcios, príncipes encantados para los europeos, arsenal bélico para los indígenas amazónicos y ahora se presentan como la esperanza para la curación de las peores enfermedades. Aunque quizá sea demasiado tarde, porque el calentamiento de la atmósfera parece haber firmado su sentencia de muerte.
Acababa de parir por la boca. Era biológicamente imposible, pero aquella pequeña y desconocida rana australiana lo había hecho. Los científicos no daban crédito a lo que estaban viendo. Allí, delante de todos, ese pequeño anfibio había regurgitado un pequeño renacuajo. Y, por si quedaban dudas, a éste lo siguieron algunos más; toda la puesta de la hembra.
Un grupo de biólogos y naturalistas la había descubierto unos meses antes, a principios de 1973, en el Parque Nacional de Kondalilla, al sureste de Australia. La bautizaron con el nombre científico de Rheobatrachus silus y, a modo de nombre común, la empezaron a llamar rana ornitorrinco.
Cuando comenzaron a estudiar cómo era posible que pariera por la boca, los expertos descubrieron que lo que hacía esta pequeña rana era tragarse sus propios huevos nada más ponerlos y utilizar su estómago a modo de incubadora. Esto, que puede sonar a una curiosidad animal más, iba a levantar el interés de la comunidad científica y médica de todo el mundo. Para poder incubar los huevos en su estómago, la rana ornitorrinco tenía que inhibir la producción de los ácidos gástricos en su estómago para impedir así la digestión de los huevos. Así que la conclusión era evidente: si lograban aislar la enzima que conseguía el milagro, se abrirían unas perspectivas extraordinarias para los pacientes con algún tipo de afección gástrica.
Pero cuando en 1980 los científicos acudieron al arroyo de Kondalilla a buscar más ranas para continuar con las prometedoras investigaciones, no vieron ni una sola. Las ornitorrinco habían desaparecido. Desde entonces, la especie se da por extinguida.
Desde tiempos inmemoriales se ha sabido que estos anfibios contienen en su piel sustancias de propiedades extraordinarias; tanto, que ya los egipcios, viendo su metamorfosis y la capacidad regenerativa que tenían al herirlas, las tomaron como imagen de Herit, la diosa que ayudó a Isis a resucitar a Osiris. No les faltaba razón, porque las ranas guardan en la mucosa de la superficie de su cuerpo compuestos tan mortales como curativos.
Así, las ranas dardo, una familia que vive en el centro y el sur de América, secretan el veneno neurotóxico más potente que se conoce. A pesar de su pequeño tamaño, estos animales, de apenas unos centímetros, pueden llegar a matar a cualquier enemigo que las aceche. Apenas 0,00001 gramos de la ponzoña de la rana dardo dorada (Phyllobates terribilis), la más venenosa del grupo, bastan para matar a un hombre adulto; y un solo ejemplar almacena diez veces esa cantidad.
Para los indígenas chocó de las selvas panameñas, las ranas dardo son el arsenal con el que dotan a sus flechas de un poder extraordinario. Clavando las ranas en sus flechas y exponiéndolas al fuego para que exuden su veneno, recubren los dardos de un poder mortal. Un solo ejemplar secreta veneno para más de 50 flechas y sus efectos neurotóxicos permanecen activos todo un año.
Las ranas dardo, sin embargo, ofrecen grandes posibilidades para la medicina. Estudios realizados con los alcaloides más activos de su veneno, la batraciotoxina y la histrionicotoxina, han permitido a los científicos comprender mejor los mecanismos de transmisión de los mensajes eléctricos del sistema nervioso. Y eso ha permitido grandes avances en enfermedades como el mal de Lou Gehrig, una terrible esclerosis que lleva el nombre del jugador del equipo de béisbol de los Yankees que murió de esta afección en 1941.
Por otro lado, en los últimos 30 años los científicos han descubierto que la mayoría de las ranas secreta a través de su piel unos compuestos químicos con infinidad de aplicaciones, desde la fabricación de potentes analgésicos hasta la elaboración de tratamientos para los cánceres más agresivos.
Gran parte de esa capacidad `milagrosa´ se debe a la magainina, un péptido que elimina las bacterias destruyendo su membrana celular. Los derivados artificiales de este compuesto se utilizan actualmente en diferentes medicamentos que van desde dentífricos antiplaca hasta drogas para combatir algunos cánceres. Pero se cree que, en el futuro, la alternativa a los actuales antibióticos, cada vez menos eficaces por el mal uso que hacemos de ellos, puede llegar precisamente de la magainina. Todo un arsenal para la medicina del futuro al que, tal vez, no lleguemos a tiempo.
Pese a llevar en la Tierra unos 350 millones de años, parece que en la última década los anfibios están desapareciendo a una velocidad inusitada. Las conclusiones de la Evaluación mundial del estado de los anfibios, publicada por los mayores expertos del mundo en 2004, revelan que un tercio de las aproximadamente seis mil especies de anfibios del planeta está amenazado. Y entre todas las especies, las ranas son las que se llevan la peor parte. Su piel, milagrosa como secretora de compuestos útiles a la medicina, es muy sensible a los cambios ambientales.
Un estudio publicado este año en la revista Nature afirma que el calentamiento global de la Tierra es el responsable de la extinción de las dos terceras partes de las ranas dardo en el transcurso de una década. El Batrachochytrium dendrobatidis, conocido como hongo asesino, es el causante directo de su muerte. Pero como afirma Alan J. Pounds, director del grupo investigador que ha realizado el estudio, «el hongo es la bala que mata las ranas; pero el clima es el que aprieta el gatillo».
Fernando González-Sitges
XLSemanal@2005
Fuente:
http://www.xlsemanal.com/
Gentileza de Zorione
ADIÓS AL PRÍNCIPE AZUL
Una de cada tres ranas del mundo, en peligro de extinción
Han sido diosas de la resurrección para los egipcios, príncipes encantados para los europeos, arsenal bélico para los indígenas amazónicos y ahora se presentan como la esperanza para la curación de las peores enfermedades. Aunque quizá sea demasiado tarde, porque el calentamiento de la atmósfera parece haber firmado su sentencia de muerte.
Acababa de parir por la boca. Era biológicamente imposible, pero aquella pequeña y desconocida rana australiana lo había hecho. Los científicos no daban crédito a lo que estaban viendo. Allí, delante de todos, ese pequeño anfibio había regurgitado un pequeño renacuajo. Y, por si quedaban dudas, a éste lo siguieron algunos más; toda la puesta de la hembra.
Un grupo de biólogos y naturalistas la había descubierto unos meses antes, a principios de 1973, en el Parque Nacional de Kondalilla, al sureste de Australia. La bautizaron con el nombre científico de Rheobatrachus silus y, a modo de nombre común, la empezaron a llamar rana ornitorrinco.
Cuando comenzaron a estudiar cómo era posible que pariera por la boca, los expertos descubrieron que lo que hacía esta pequeña rana era tragarse sus propios huevos nada más ponerlos y utilizar su estómago a modo de incubadora. Esto, que puede sonar a una curiosidad animal más, iba a levantar el interés de la comunidad científica y médica de todo el mundo. Para poder incubar los huevos en su estómago, la rana ornitorrinco tenía que inhibir la producción de los ácidos gástricos en su estómago para impedir así la digestión de los huevos. Así que la conclusión era evidente: si lograban aislar la enzima que conseguía el milagro, se abrirían unas perspectivas extraordinarias para los pacientes con algún tipo de afección gástrica.
Pero cuando en 1980 los científicos acudieron al arroyo de Kondalilla a buscar más ranas para continuar con las prometedoras investigaciones, no vieron ni una sola. Las ornitorrinco habían desaparecido. Desde entonces, la especie se da por extinguida.
Desde tiempos inmemoriales se ha sabido que estos anfibios contienen en su piel sustancias de propiedades extraordinarias; tanto, que ya los egipcios, viendo su metamorfosis y la capacidad regenerativa que tenían al herirlas, las tomaron como imagen de Herit, la diosa que ayudó a Isis a resucitar a Osiris. No les faltaba razón, porque las ranas guardan en la mucosa de la superficie de su cuerpo compuestos tan mortales como curativos.
Así, las ranas dardo, una familia que vive en el centro y el sur de América, secretan el veneno neurotóxico más potente que se conoce. A pesar de su pequeño tamaño, estos animales, de apenas unos centímetros, pueden llegar a matar a cualquier enemigo que las aceche. Apenas 0,00001 gramos de la ponzoña de la rana dardo dorada (Phyllobates terribilis), la más venenosa del grupo, bastan para matar a un hombre adulto; y un solo ejemplar almacena diez veces esa cantidad.
Para los indígenas chocó de las selvas panameñas, las ranas dardo son el arsenal con el que dotan a sus flechas de un poder extraordinario. Clavando las ranas en sus flechas y exponiéndolas al fuego para que exuden su veneno, recubren los dardos de un poder mortal. Un solo ejemplar secreta veneno para más de 50 flechas y sus efectos neurotóxicos permanecen activos todo un año.
Las ranas dardo, sin embargo, ofrecen grandes posibilidades para la medicina. Estudios realizados con los alcaloides más activos de su veneno, la batraciotoxina y la histrionicotoxina, han permitido a los científicos comprender mejor los mecanismos de transmisión de los mensajes eléctricos del sistema nervioso. Y eso ha permitido grandes avances en enfermedades como el mal de Lou Gehrig, una terrible esclerosis que lleva el nombre del jugador del equipo de béisbol de los Yankees que murió de esta afección en 1941.
Por otro lado, en los últimos 30 años los científicos han descubierto que la mayoría de las ranas secreta a través de su piel unos compuestos químicos con infinidad de aplicaciones, desde la fabricación de potentes analgésicos hasta la elaboración de tratamientos para los cánceres más agresivos.
Gran parte de esa capacidad `milagrosa´ se debe a la magainina, un péptido que elimina las bacterias destruyendo su membrana celular. Los derivados artificiales de este compuesto se utilizan actualmente en diferentes medicamentos que van desde dentífricos antiplaca hasta drogas para combatir algunos cánceres. Pero se cree que, en el futuro, la alternativa a los actuales antibióticos, cada vez menos eficaces por el mal uso que hacemos de ellos, puede llegar precisamente de la magainina. Todo un arsenal para la medicina del futuro al que, tal vez, no lleguemos a tiempo.
Pese a llevar en la Tierra unos 350 millones de años, parece que en la última década los anfibios están desapareciendo a una velocidad inusitada. Las conclusiones de la Evaluación mundial del estado de los anfibios, publicada por los mayores expertos del mundo en 2004, revelan que un tercio de las aproximadamente seis mil especies de anfibios del planeta está amenazado. Y entre todas las especies, las ranas son las que se llevan la peor parte. Su piel, milagrosa como secretora de compuestos útiles a la medicina, es muy sensible a los cambios ambientales.
Un estudio publicado este año en la revista Nature afirma que el calentamiento global de la Tierra es el responsable de la extinción de las dos terceras partes de las ranas dardo en el transcurso de una década. El Batrachochytrium dendrobatidis, conocido como hongo asesino, es el causante directo de su muerte. Pero como afirma Alan J. Pounds, director del grupo investigador que ha realizado el estudio, «el hongo es la bala que mata las ranas; pero el clima es el que aprieta el gatillo».
Fernando González-Sitges
XLSemanal@2005
Fuente:
http://www.xlsemanal.com/
Gentileza de Zorione
