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martes, marzo 07, 2006
Fontanarrosa se sobrepone con humor
Tras el testimonio conmovedor de sus vecinos y amigos
Fontanarrosa se sobrepone con humor
El dibujante lucha con entereza frente al avance de un mal que limita su movilidad; mantiene su brillante capacidad creativa
ROSARIO.- "Gaby, fijate si encontrás los libros de Dickens, a ver si piensan que ya los vendimos."
Con el mejor humor y una marcada sensibilidad a flor de piel, el dibujante rosarino Roberto Fontanarrosa recurre a su mujer, Gabriela, para que el fotógrafo pueda registrar el valioso testimonio con el que grandes figuras de la literatura mundial lo consagraron recientemente en Cartagena como el mejor escritor.
Sentado en su lugar de trabajo, frente al tablero de dibujo en el sencillo departamento que desde hace dos años y medio ocupa sobre la calle Wheelwright al 1500, a pocos metros del río Paraná, "el Negro" Fontanarrosa no oculta el cerco que progresivamente le va tendiendo una variante de esclerosis que le ha inmovilizado totalmente el brazo izquierdo y le produce severos trastornos para desplazarse.
"Mientras se mantuvo en el brazo izquierdo, no había tanto problema. Pero comienzo a tener dificultades en la mano derecha y en el brazo derecho, por lo que me resulta trabajoso dibujar", confía, en una entrevista con LA NACION, en la que no pone reparos para hablar del mal que comenzó a afectarlo levemente hace poco más de tres años. Transmite, al mismo tiempo, un desbordante entusiasmo para conversar sobre su relación con la literatura, el estímulo de la lectura, el fútbol, las emociones y los amigos.
A los 61 años, Fontanarrosa combate esta invasiva enfermedad neurológica, cuyo diagnóstico aún es incierto, con distintos tratamientos y la herramienta más digna: seguir trabajando, pese a las dificultades.
"Son enfermedades raras, de las que todavía no hay mucho conocimiento. Ahora, con todos los avances y tratamientos se están abriendo puertas", explica, a pocos metros del balcón en el que el lunes último saludó, visiblemente emocionado, a una multitud de amigos y vecinos que se acercaron para testimoniarle su afecto y su homenaje por el premio recibido en Cartagena.
"Yo soy de madera jugando al fútbol, pero no para estas cosas", confiesa el dibujante y humorista de Clarín, creador del telúrico Inodoro Pereyra y otros personajes y escenas costumbristas, que desde hace más de 30 años dibuja sonrisas en el rostro de distintas generaciones.
Las dificultades que hoy le impone la realidad lo llevan a no rechazar ningún tratamiento. "Me hice un implante de células madre casi experimental, en Uruguay. En otras enfermedades, como la leucemia, el Parkinson y el páncreas, hace mucho que se trabaja con células madre y con buen éxito. Pero en lo neurológico recién se está empezando", explica Fontanarrosa, con la convicción de quien va aprendiendo sobre el mal que padece a medida que convive con la enfermedad. Ha enfrentado, por ello, distintos tratamientos, desde acupuntura hasta otros caminos convencionales y experimentales de la medicina tradicional y alternativa.
Sorpresas y sentimientos
Lector apasionado de Hemingway, Truman Capote y Norman Mailer, una sonrisa se le dibuja a Fontanarrosa cuando su mujer le alcanza los dos tomos de "Dombey and son", la prolija edición de la obra de Dickens, de 1848, que le obsequiaron en Cartagena.
"Fui al Festival de Cartagena sin saber que había un premio, porque yo voy a Colombia con la excusa más mínima. Si hubiera sido un encuentro de cosmetólogos iba igual, porque tengo una relación muy particular con ese país", detalla el humorista y cuentista que hace 15 meses cerró en su ciudad natal el III Congreso de la Lengua, organizado por la Real Academia Española.
-¿Le produjo una emoción especial el reconocimiento de la gente en su casa el lunes pasado?
-Sí, fue totalmente sorpresivo. Miraba desde el balcón a gente que hacía mucho no veía y personas muy cercanas a mis sentimientos. Mi vieja, que tiene 86 años, estaba debajo de un sombrero mexicano que la protegía del calor. Y en el ómnibus descubierto lo veía a Franco, mi hijo, que vive en Buenos Aires y yo suponía que estaba en Córdoba. Todo eso, sumado a que por este asunto de la enfermedad yo estoy muy sensibilizado, hizo que fuera muy emocionante. A pesar de que yo pertenezco a una generación que creció en eso de que los hombres no se emocionan.
-¿El humor tiene límites?
-Cuando no hay una censura explícita, eso responde al sentido común de cada uno. Yo cuando era más joven creía que todo era pasible de humorizar. E hice cosas que hoy no haría.
-¿Por ejemplo?
-Hace muchos años hice en Satiricón un chiste sobre la tragedia de los uruguayos en la Cordillera y hoy no lo haría. Yo cambié mucho la percepción de todo cuando tuve un hijo, que hoy tiene 22 años. Me di cuenta de lo que es estar pendiente pensando, preocupado por la suerte de un hijo. No me atrevería a hacer chistes que pudieran afectar el dolor de los padres de alguien.
-¿Hay temas intocables?
-Yo y la mayoría de mis colegas no hemos publicado chistes sobre desaparecidos. Hemos hecho chistes sobre desaparecedores, en el momento en que se pudieron hacer. Yo no hago chistes sobre discapacitados, que en algún momento se hicieron. Son percepciones especiales. Fue muy difícil saber dónde ponerse con la Guerra de Malvinas, para no parecer que uno se está riendo de una desgracia que nos toca todos.
-¿Lo escandaliza que se haya caricaturizado la figura de Mahoma?
-Una cosa es lo ideal y otra lo posible. Lo ideal sería una total libertad. Pero la realidad es otra y hay que prestar atención a los rasgos de bronca, de antagonismos, de creencias. Yo no hubiera hecho ese tipo de chistes. Pero, además, por un lógico temor a lo que puede desencadenar.
-¿Es justificable la reacción de los musulmanes?
-Es difícil ponerse en el lugar del otro cuando el otro tiene una cultura y un grado de conducción o de religiosidad mayor, menor o diferente. Yo prefiero respetar eso. No puedo decir si está bien o está mal, pero la realidad es ésa.
-¿Cómo lo afecta en su trabajo el problema que está pasando?
-Preocupadamente. Mientras se mantuvo en el brazo izquierdo no había tanto problema. Pero tengo dificultades en la mano derecha y en el brazo derecho. Dibujar es trabajoso.
-¿Viaja con frecuencia a Buenos Aires?
-Ahora no. Puedo hacerlo, cuidadosamente, movilizarme en un auto hasta un hotel... también fui a Cartagena. Pero es trabajoso. De todos modos, no es necesario que yo esté en Buenos Aires. Yo me siento muy cómodo allá y tengo muchos amigos. Pero me parece que la calidad de vida, al margen de la cosa afectiva, es superior en una ciudad de un millón de habitantes, como Rosario, que de siete millones.
Por Mariano de Vedia
Enviado especial
http://www.lanacion.com.ar/cultura/nota.asp?nota_id=780064
LA NACION | 12.02.2006 | Página 19 | Cultura
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Fontanarrosa se sobrepone con humor
El dibujante lucha con entereza frente al avance de un mal que limita su movilidad; mantiene su brillante capacidad creativa
ROSARIO.- "Gaby, fijate si encontrás los libros de Dickens, a ver si piensan que ya los vendimos."
Con el mejor humor y una marcada sensibilidad a flor de piel, el dibujante rosarino Roberto Fontanarrosa recurre a su mujer, Gabriela, para que el fotógrafo pueda registrar el valioso testimonio con el que grandes figuras de la literatura mundial lo consagraron recientemente en Cartagena como el mejor escritor.
Sentado en su lugar de trabajo, frente al tablero de dibujo en el sencillo departamento que desde hace dos años y medio ocupa sobre la calle Wheelwright al 1500, a pocos metros del río Paraná, "el Negro" Fontanarrosa no oculta el cerco que progresivamente le va tendiendo una variante de esclerosis que le ha inmovilizado totalmente el brazo izquierdo y le produce severos trastornos para desplazarse.
"Mientras se mantuvo en el brazo izquierdo, no había tanto problema. Pero comienzo a tener dificultades en la mano derecha y en el brazo derecho, por lo que me resulta trabajoso dibujar", confía, en una entrevista con LA NACION, en la que no pone reparos para hablar del mal que comenzó a afectarlo levemente hace poco más de tres años. Transmite, al mismo tiempo, un desbordante entusiasmo para conversar sobre su relación con la literatura, el estímulo de la lectura, el fútbol, las emociones y los amigos.
A los 61 años, Fontanarrosa combate esta invasiva enfermedad neurológica, cuyo diagnóstico aún es incierto, con distintos tratamientos y la herramienta más digna: seguir trabajando, pese a las dificultades.
"Son enfermedades raras, de las que todavía no hay mucho conocimiento. Ahora, con todos los avances y tratamientos se están abriendo puertas", explica, a pocos metros del balcón en el que el lunes último saludó, visiblemente emocionado, a una multitud de amigos y vecinos que se acercaron para testimoniarle su afecto y su homenaje por el premio recibido en Cartagena.
"Yo soy de madera jugando al fútbol, pero no para estas cosas", confiesa el dibujante y humorista de Clarín, creador del telúrico Inodoro Pereyra y otros personajes y escenas costumbristas, que desde hace más de 30 años dibuja sonrisas en el rostro de distintas generaciones.
Las dificultades que hoy le impone la realidad lo llevan a no rechazar ningún tratamiento. "Me hice un implante de células madre casi experimental, en Uruguay. En otras enfermedades, como la leucemia, el Parkinson y el páncreas, hace mucho que se trabaja con células madre y con buen éxito. Pero en lo neurológico recién se está empezando", explica Fontanarrosa, con la convicción de quien va aprendiendo sobre el mal que padece a medida que convive con la enfermedad. Ha enfrentado, por ello, distintos tratamientos, desde acupuntura hasta otros caminos convencionales y experimentales de la medicina tradicional y alternativa.
Sorpresas y sentimientos
Lector apasionado de Hemingway, Truman Capote y Norman Mailer, una sonrisa se le dibuja a Fontanarrosa cuando su mujer le alcanza los dos tomos de "Dombey and son", la prolija edición de la obra de Dickens, de 1848, que le obsequiaron en Cartagena.
"Fui al Festival de Cartagena sin saber que había un premio, porque yo voy a Colombia con la excusa más mínima. Si hubiera sido un encuentro de cosmetólogos iba igual, porque tengo una relación muy particular con ese país", detalla el humorista y cuentista que hace 15 meses cerró en su ciudad natal el III Congreso de la Lengua, organizado por la Real Academia Española.
-¿Le produjo una emoción especial el reconocimiento de la gente en su casa el lunes pasado?
-Sí, fue totalmente sorpresivo. Miraba desde el balcón a gente que hacía mucho no veía y personas muy cercanas a mis sentimientos. Mi vieja, que tiene 86 años, estaba debajo de un sombrero mexicano que la protegía del calor. Y en el ómnibus descubierto lo veía a Franco, mi hijo, que vive en Buenos Aires y yo suponía que estaba en Córdoba. Todo eso, sumado a que por este asunto de la enfermedad yo estoy muy sensibilizado, hizo que fuera muy emocionante. A pesar de que yo pertenezco a una generación que creció en eso de que los hombres no se emocionan.
-¿El humor tiene límites?
-Cuando no hay una censura explícita, eso responde al sentido común de cada uno. Yo cuando era más joven creía que todo era pasible de humorizar. E hice cosas que hoy no haría.
-¿Por ejemplo?
-Hace muchos años hice en Satiricón un chiste sobre la tragedia de los uruguayos en la Cordillera y hoy no lo haría. Yo cambié mucho la percepción de todo cuando tuve un hijo, que hoy tiene 22 años. Me di cuenta de lo que es estar pendiente pensando, preocupado por la suerte de un hijo. No me atrevería a hacer chistes que pudieran afectar el dolor de los padres de alguien.
-¿Hay temas intocables?
-Yo y la mayoría de mis colegas no hemos publicado chistes sobre desaparecidos. Hemos hecho chistes sobre desaparecedores, en el momento en que se pudieron hacer. Yo no hago chistes sobre discapacitados, que en algún momento se hicieron. Son percepciones especiales. Fue muy difícil saber dónde ponerse con la Guerra de Malvinas, para no parecer que uno se está riendo de una desgracia que nos toca todos.
-¿Lo escandaliza que se haya caricaturizado la figura de Mahoma?
-Una cosa es lo ideal y otra lo posible. Lo ideal sería una total libertad. Pero la realidad es otra y hay que prestar atención a los rasgos de bronca, de antagonismos, de creencias. Yo no hubiera hecho ese tipo de chistes. Pero, además, por un lógico temor a lo que puede desencadenar.
-¿Es justificable la reacción de los musulmanes?
-Es difícil ponerse en el lugar del otro cuando el otro tiene una cultura y un grado de conducción o de religiosidad mayor, menor o diferente. Yo prefiero respetar eso. No puedo decir si está bien o está mal, pero la realidad es ésa.
-¿Cómo lo afecta en su trabajo el problema que está pasando?
-Preocupadamente. Mientras se mantuvo en el brazo izquierdo no había tanto problema. Pero tengo dificultades en la mano derecha y en el brazo derecho. Dibujar es trabajoso.
-¿Viaja con frecuencia a Buenos Aires?
-Ahora no. Puedo hacerlo, cuidadosamente, movilizarme en un auto hasta un hotel... también fui a Cartagena. Pero es trabajoso. De todos modos, no es necesario que yo esté en Buenos Aires. Yo me siento muy cómodo allá y tengo muchos amigos. Pero me parece que la calidad de vida, al margen de la cosa afectiva, es superior en una ciudad de un millón de habitantes, como Rosario, que de siete millones.
Por Mariano de Vedia
Enviado especial
http://www.lanacion.com.ar/cultura/nota.asp?nota_id=780064
LA NACION | 12.02.2006 | Página 19 | Cultura
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